Mario Meléndez sabe que la poesía debe estar libre de toda solemnidad y de toda culpa. La ejecuta como un ejercicio gozoso, aunque también de manera crítica. Sin ser demasiado fiel a una línea recta que nos lleve desde el comienzo a un final, o tal vez a la parte media de un camino que se recorre gustoso, impregnado no solamente por afirmaciones sino también por preguntas que no encuentran una respuesta solitaria o unívoca. La tradición, sea para romper con ella o para dotarla de nuevas lecturas, nuevos significados y significantes, no es una carga para él, es materia …
Mario Meléndez sabe que la poesía debe estar libre de toda solemnidad y de toda culpa. La ejecuta como un ejercicio gozoso, aunque también de manera crítica. Sin ser demasiado fiel a una línea recta que nos lleve desde el comienzo a un final, o tal vez a la parte media de un camino que se recorre gustoso, impregnado no solamente por afirmaciones sino también por preguntas que no encuentran una respuesta solitaria o unívoca. La tradición, sea para romper con ella o para dotarla de nuevas lecturas, nuevos significados y significantes, no es una carga para él, es materia moldeable, materia prima como las palabras y el lenguaje. Sean pues bienvenidos a adentrarse en el imaginario de Meléndez, un imaginario plagado de sentimiento, en yuxtaposición con un mundo que parece dejarlos de lado a cada oportunidad que se presenta.Gerardo Miranda, poeta y ensayista mexicano
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