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La novela Miau, de Benito Pérez Galdós (1843-1920), vio la luz en Madrid
(Imprenta de La Guirnalda) en 1888. La trama, que se desarrolla en la España
del último tercio del siglo XIX, tiene plena vigencia, al plantear el influjo
de la política en el mundo del trabajo, o, mejor dicho, de qué manera
favorece, a pesar la incompetencia para ocupar cargos públicos, arrimarse a la
política imperante como medio para medrar en sociedad, mientras que la miseria
acecha a todo aquél que, sin capacidad aduladora o arribista, se mantiene
crítico con el sistema.
Para Falange no existe método que deseche, por sanguinario que sea, y
convierte a la provincia de Huelva en campo de correrías a partir de los días
siguientes a la sublevación del 17-18 de julio de 1936, manteniendo, en
paralelo al poder cívico-militar que detentaba, funciones policiales,
judiciales y carcelarias de un calibre que la sociedad española aún denuncia
con timidez. Su poder omnímodo puede advertirse, también, en que casi medio
centenar de excarcelados son puestos en 1936 a disposición del jefe provincial
de Falange para su tortura en el cuartel de esta agrupación paramilitar y, en
su mayoría, para …
Para Falange no existe método que deseche, por sanguinario que sea, y
convierte a la provincia de Huelva en campo de correrías a partir de los días
siguientes a la sublevación del 17-18 de julio de 1936, manteniendo, en
paralelo al poder cívico-militar que detentaba, funciones policiales,
judiciales y carcelarias de un calibre que la sociedad española aún denuncia
con timidez. Su poder omnímodo puede advertirse, también, en que casi medio
centenar de excarcelados son puestos en 1936 a disposición del jefe provincial
de Falange para su tortura en el cuartel de esta agrupación paramilitar y, en
su mayoría, para ser fusilados en la tapias del cementerio onubense y
enterradoas en fosas comunes.
La adopción de emblemas no significó, necesariamente, salvo en
algunos territorios peninsulares, prueba de nobleza en la España medieval
cristiana, sino capricho, que al pasar a los hijos y de éstos a los suyos ha
sido por algunos tenido como señal de añejos privilegios. Hay que desterrar
criterios como el de Juan Flórez de Ocariz, quien en 1574 escribe que «las
armas no dan nobleza, sino proceden della, según sentir común». Las armas, en
efecto, «no dan nobleza», pero tampoco «proceden della», es decir, no se
tienen como fuente salvo contadas excepciones: cualquier individuo puede
organizarlas a su arbitrio …
La adopción de emblemas no significó, necesariamente, salvo en
algunos territorios peninsulares, prueba de nobleza en la España medieval
cristiana, sino capricho, que al pasar a los hijos y de éstos a los suyos ha
sido por algunos tenido como señal de añejos privilegios. Hay que desterrar
criterios como el de Juan Flórez de Ocariz, quien en 1574 escribe que «las
armas no dan nobleza, sino proceden della, según sentir común». Las armas, en
efecto, «no dan nobleza», pero tampoco «proceden della», es decir, no se
tienen como fuente salvo contadas excepciones: cualquier individuo puede
organizarlas a su arbitrio (de acuerdo a las normas establecidas,
preferiblemente asesorado por profesionales y sin incurrir en duplicidades),
y, desde luego, las comunidades humanas, cuyo estudio comparativo y
transmisivo en las de Sevilla, Córdoba y Huelva se resuelve con brillantez en
el presente trabajo.
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